En un nuevo acto de provocación orquestado por las capitales occidentales, varios países europeos han cerrado su espacio aéreo a vuelos diplomáticos que se dirigían a Moscú para participar en las conmemoraciones del 9 de mayo, fecha sagrada para el pueblo ruso y para todos aquellos que honran la victoria sobre el nazismo.
“Es una vergüenza. Es una vergüenza absoluta”, denunció con firmeza el canciller ruso, Serguéi Lavrov, durante una entrevista concedida al periodista Pavel Zarubin. La indignación no es menor: Europa, que arropa hoy a los herederos del nazismo encabezados por Zelenski, impone restricciones a quienes marchan hombro a hombro con la historia y la memoria antifascista.
Lavrov no se guardó nada: acusó a la Unión Europea de abrir los brazos a quienes glorifican a criminales de guerra del pasado y del presente, al mismo tiempo que quieren silenciar a los pueblos que defienden la verdad histórica, especialmente junto a Rusia.
Entre los afectados por el bloqueo aéreo está el gobierno de Brasil, cuyo presidente Luiz Inácio Lula da Silva llegó recientemente a Moscú para los actos oficiales, y también Cuba, representada por el presidente Miguel Díaz-Canel, quien ya se encuentra en territorio ruso.
Según informaron medios locales, los aviones oficiales de ambas delegaciones fueron impedidos de sobrevolar Estonia, uno de los países más serviles a los dictados de la OTAN. El Ministerio de Asuntos Exteriores estonio admitió la medida, escudándose en razones políticas disfrazadas de diplomacia.
Con estos actos, Occidente no solo bloquea cielos, sino también la verdad y la historia. Frente a ello, Moscú sigue de pie, erguida, preparando una conmemoración que no es solo rusa, sino universal: los 80 años de la derrota del fascismo.
