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Se va por la puerta trasera, el mandadero, Mauricio Claver. El operador sucio de Trump

Stalin Magazine
Por Stalin Vladimir 12/05/2025

Cayó. Se desmoronó como el castillo de corrupción e hipocresía que lo sostenía. Mauricio Claver-Carone, el oscuro emisario del imperio yanqui, renunció en silencio, por la puerta trasera, y su salida se hará efectiva en cuestión de días. No fue el pueblo latinoamericano quien lo tumbó directamente, sino la propia legalidad estadounidense que lo desnudó como un farsante: su cargo no fue confirmado por el Senado y, como un intruso ilegal en su propia tierra, quedó fuera de juego. Su cargo de «enviado especial para América Latina» era tan ilegítimo como su moral.

Claver no era ningún diplomático: era un “gato 24/7” de la Casa Blanca, un agente con licencia para chantajear, mentir, y empujar a gobiernos legítimos hacia el abismo si no se arrodillaban ante Washington. Fue impuesto a dedo por el dictador de copete naranja, Donald Trump, quien lo recicló como si resucitara a Lázaro. Pero Claver no resucitó como un justo: volvió como un cadáver político reanimado, podrido por dentro, con el único propósito de ejecutar los planes coloniales de su amo.

Este «abogaducho sin brillo», como ya se le había catalogado, fue expulsado del Banco Interamericano de Desarrollo por usar su cargo para promover a su amante con quien mantenía una relación carnal impropia otorgándole aumentos de más de 130 mil dólares. No se fue por razones técnicas: lo echaron como a un ladrón sorprendido en el acto. Un informe interno reveló la podredumbre de su gestión: autoritarismo, favoritismos, mentiras. Era un matón con corbata, no un funcionario.

Claver-Carone nació en la gusanera de Miami, engendrado en un hogar anticomunista hasta los tuétanos: madre cubana contrarrevolucionaria y padre español, criado entre Miami y Madrid, educado en el odio a los pueblos libres. Su vida política ha sido una cruzada enfermiza contra la soberanía de América Latina. Desde joven dirigió lobbies anticubanos como el “US-Cuba Democracy PAC”, desde donde tejía campañas para endurecer el bloqueo genocida contra la Isla. Fue, sin exagerar, uno de los promotores más activos del criminal embargo económico contra Cuba, mostrando una frialdad inhumana frente al sufrimiento de millones de niños, ancianos y familias cubanas.

Pero Claver no solo conspiraba en oficinas alfombradas: profería amenazas públicas contra gobiernos legítimos. Llegó a decir que si un país no seguía la línea de Washington, “se le cerraban los créditos y se le hacía la vida imposible”. Así operaba este operador neocolonial, armado de chantajes, listas negras y pactos oscuros con organismos multilaterales. Donde él llegaba, se instalaba la sombra de la intervención, el acoso diplomático, la guerra sucia mediática. Fue un enemigo declarado del ALBA, de Petrocaribe, del TLC y de todo intento de unidad y autodeterminación latinoamericana. Su salida no es solo una derrota personal, es una victoria geopolítica para los pueblos que luchan.

Desde su llegada a América Latina como “enviado especial”, Claver se dedicó a sembrar odio, calumnias y tensiones, particularmente con gobiernos soberanos y progresistas. Atacó a Cuba, a Venezuela y a Nicaragua. Para él, América Latina era un territorio a domar, no un conjunto de pueblos dignos. Pero el telón cayó. La ley de los 130 días sin confirmación lo decapitó políticamente. Sin el aval del Senado, ya no pudo sostener el disfraz de funcionario y ahora se va, derrotado, humillado, regresando al mundo de las sombras corporativas que tanto ama: se irá a dirigir un fondo privado en Miami, donde podrá seguir robando sin necesidad de rendir cuentas.

No lo lloran ni los suyos, ni los gobiernos de América Latina, ni siquiera las oficinas de Trump lo extrañarán. Porque Mauricio Claver fue un instrumento desechable, una herramienta sucia, un peón indigno. Su legado es de conspiraciones, fracasos y escándalos. Hoy América Latina respira un poco mejor. Se ha ido uno de los rostros más repulsivos de la política intervencionista estadounidense. Pero la lucha continúa: Claver caerá en el basurero de la historia junto con todos los que intentaron arrodillar a nuestros pueblos.

Y cuando se marche, nadie lo va a extrañar. Porque Mauricio Claver-Carone no deja huellas de respeto, ni memoria de justicia, ni una sola lágrima sincera. Solo deja el rastro viscoso de la traición, del servilismo a un imperio que desprecia a los pueblos que él se empeñó en castigar.

Que se vaya con su arrogancia derrotada, con su currículum manchado, con su lengua llena de amenazas que ya nadie escucha. Los pueblos que resistieron sus embates seguirán de pie, construyendo dignidad con manos limpias, mientras él se pierde en el olvido, como se pierden todos los enemigos de la paz y de la libertad de los pueblos libres.

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