Mientras el mundo se estremece por la ofensiva genocida que Israel despliega sobre la Franja de Gaza desde octubre de 2023, Europa calla… y compra. El Estado sionista ha batido un nuevo récord de exportaciones militares en 2024, con más de 14.795 millones de dólares en ventas de equipos de defensa. Lo más vergonzoso es que Europa figura como su principal comprador, acaparando el 54 por ciento del total, convirtiéndose en patrocinador directo de la maquinaria bélica israelí.
Esta cifra sin precedentes no es un accidente, sino el resultado de una estrategia prolongada: es el cuarto año consecutivo en que Israel rompe su propio récord de exportaciones militares. El Ministerio de Defensa israelí, sin ningún pudor, presume que sus ventas aumentaron un 13% interanual, lo que ya duplica el volumen que tenían hace apenas cinco años.
La lógica es tan brutal como cínica: mientras las bombas caen sobre hospitales, escuelas y campos de refugiados en Gaza, mientras el mundo presencia una catástrofe humanitaria retransmitida en directo, el mercado armamentista israelí florece. No hay sanciones. No hay bloqueos. Al contrario, hay contratos, licitaciones, firmas y acuerdos. La guerra no ha sido un obstáculo para el negocio. Ha sido un impulso.
España, que supuestamente ha abierto una revisión de algunos contratos, sigue en silencio institucional, sin dar marcha atrás a sus compromisos con Tel Aviv. Y mientras tanto, el resto del continente europeo —que se dice abanderado de los derechos humanos— financia con descaro a una potencia ocupante, a sabiendas de que cada dron, cada misil, cada radar exportado, puede ser usado para exterminar civiles.
El negocio de la muerte no descansa. Y si Europa es el cliente preferido de Israel, es porque hay gobiernos dispuestos a sacrificar toda ética por “seguridad” y “cooperación tecnológica”. Pero la historia los juzgará. Y los pueblos, más temprano que tarde, también.
