Washington amaneció con la expectativa de una llamada clave entre dos de los hombres más poderosos del planeta. Estaba todo dispuesto para que el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el magnate tecnológico Elon Musk cruzaran palabras, calmaran los ánimos y evitaran que su guerra de declaraciones pasara a mayores. Pero la línea nunca sonó.
La razón: Trump no quiso. Así de simple. Según fuentes de la Casa Blanca, fueron los propios asesores presidenciales quienes coordinaron discretamente una llamada telefónica para este viernes con el objetivo de detener la bola de nieve que se desató ayer, cuando ambos protagonizaron una confrontación pública que estremeció la política y los mercados. Musk estaba dispuesto a tomar la llamada. Trump, no.
“Ni siquiera estoy pensando en Musk”, habría dicho el Presidente esta mañana, descartando por completo cualquier posibilidad de diálogo. La negativa fue tan contundente que incluso se habla de que evalúa deshacerse del Tesla rojo que compró en marzo como símbolo de respaldo al empresario. Hoy, ese auto permanece estacionado y olvidado en los jardines de la Casa Blanca.
La reacción de Trump va más allá de un desplante. Es una decisión con carga política. El Presidente sabe que un paso hacia la reconciliación con Musk podría interpretarse como una muestra de debilidad en medio de su cruzada por recuperar el control absoluto del Partido Republicano. Y más aún después de que Musk insinuara públicamente que Trump figura en los archivos confidenciales del caso Jeffrey Epstein.
Por su parte, Musk no ha hecho más que responder con ironía y resignación. Desde su red social X, replicó con un simple “no estás equivocado” al inversor Bill Ackman, quien pidió que ambos líderes hagan las paces por el bien del país. Pero esa paz, al menos por ahora, no está en la agenda de Trump.
Este viernes quedó marcada por una ausencia que lo dice todo: la llamada que pudo reencauzar una relación poderosa pero frágil, terminó silenciada por el orgullo presidencial. Y mientras tanto, el país —y el mundo— siguen atentos a las consecuencias que esta ruptura pueda acarrear en el juego de poder, la economía, y la política exterior.
Trump decidió cerrar el teléfono. Pero el ruido de su negativa apenas comienza.