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Angelo Becciu, el cardenal delincuente que quiere ser Papa

Vaticano
Por Redacción Central 23/04/2025

El Vaticano está envuelto en un insólito dilema moral y jurídico: el cardenal Angelo Becciu, condenado por corrupción y despojado de sus privilegios cardinalicios, ha aparecido en las asambleas de purpurados exigiendo su derecho a votar en el próximo cónclave que elegirá al sucesor del Papa Francisco. Una paradoja de proporciones históricas: un delincuente convicto, sentado entre quienes decidirán el rumbo de la Iglesia Católica.

Becciu, otrora influyente en las entrañas de la Santa Sede como sustituto de la Secretaría de Estado, fue condenado a cinco años y medio de cárcel e inhabilitado de manera perpetua para ocupar cargos dentro del Vaticano. Su caída, sin embargo, no le ha impedido protagonizar este nuevo capítulo de bochorno e incertidumbre eclesiástica. A sus 76 años, debería ser considerado un cardenal no elector según las estadísticas vaticanas, pero su obstinación abre grietas en el sistema.

En las últimas horas, durante las congregaciones de cardenales, las reuniones previas al cónclave, Becciu hizo acto de presencia y, sin pudor, defendió su derecho a votar y participar en la elección del nuevo papa. “Sigo siendo cardenal”, argumentó, aferrándose a una dignidad que Francisco le arrebató en 2020 cuando lo suspendió por su implicación en turbios manejos financieros.

La oficina de prensa del Vaticano ha confirmado que Becciu puede estar presente en las congregaciones, como cualquier otro cardenal, pero la gran interrogante sigue siendo si se le permitirá cruzar las puertas del cónclave, ese espacio sagrado y cerrado donde se decide el futuro del papado. La contradicción es enorme: ¿cómo puede alguien inhabilitado de por vida para ejercer cargos en la Santa Sede reclamar voz y voto en la elección del pontífice?

Becciu no es un cardenal cualquiera. Es el primero en la historia reciente en ser juzgado y condenado por un tribunal penal del propio Vaticano, un símbolo del esfuerzo de Francisco por limpiar las finanzas vaticanas y enfrentar la corrupción que por años ha enlodado las bóvedas sagradas de Roma. Su presencia, por tanto, es una provocación directa al legado reformador del Papa Francisco.

En las próximas congregaciones, seguramente este escándalo será tema de discusión. Porque más allá de los tecnicismos, el dilema es moral: permitir que un cardenal sentenciado participe en la elección papal podría ser la estocada final a la credibilidad de una Iglesia ya golpeada por décadas de crisis internas.

Mientras tanto, Becciu sigue ahí, desafiante, aferrado a los jirones de su poder caído, intentando torcer las reglas de una institución milenaria que aún no termina de decidir si se sacude los fantasmas o los deja sentarse a la mesa.

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