La cuenta regresiva ha comenzado. Este sábado 3 de mayo, desde la lujosa ANB Arena en Riad, Arabia Saudita, el boxeo mundial será testigo de un choque de alto voltaje: Saúl “Canelo” Álvarez, el ícono indiscutido del ring, se enfrentará al invicto cubano William Scull, en una pelea que no solo promete brutalidad técnica, sino también el desahogo de una tensión acumulada palabra por palabra, puño por puño.
Y es que el fuego se encendió fuera del cuadrilátero. En una declaración que ha estremecido a los fanáticos del pugilismo, Canelo respondió a las provocaciones del cubano —quien juró “comerse” al mexicano en el ring— con una frase lapidaria: “Scull se va a comer mi puño”. Un aviso directo, sin filtros, que coloca al combate en la antesala de una guerra con tintes personales.
La pelea forma parte de un megaacuerdo de cuatro enfrentamientos sellado entre Canelo y el poderoso jeque saudita Turki Al-Sheikh, convirtiendo este choque en un evento deportivo con resonancia geopolítica, millonaria y mediática. Pero más allá del oro y los reflectores, Canelo quiere saldar una deuda: recuperar el cinturón de la Federación Internacional de Boxeo (FIB), que perdió tras no haberlo defendido contra el propio Scull en 2024.
William Scull, por su parte, llega con un historial impecable de 23 victorias sin derrotas. Se coronó campeón de la FIB tras vencer al ruso Vladimir Shishkin, y ahora busca consolidarse no solo como campeón, sino como leyenda, si logra destronar al boxeador más dominante de la era moderna.
Pero Canelo no es cualquier rival. Ha reinado en múltiples divisiones, ha vencido a leyendas vivas, y ahora se juega algo más que un cinturón: su legado. Un legado que podría catapultarse aún más si, como se especula, se concreta una súper pelea contra el también invicto Terence Crawford en septiembre, con miras a convertirse por segunda vez en campeón indiscutido.
El cruce entre Canelo y Scull se ha convertido en un duelo de símbolos: la experiencia contra la juventud, el ídolo consolidado frente al retador hambriento. Y en medio de esa tensión, una frase lo resume todo: «Se va a comer mi puño.»
En este combate no hay espacio para el error. Solo hay dos caminos: la gloria o la caída. Y Canelo ha dejado claro que no piensa ceder ni una pulgada del cuadrilátero sin antes convertirla en trinchera.
Riad arderá. El mundo observará. El ring decidirá.


