La chispa de un nuevo conflicto diplomático ha sido encendida desde Washington, y China no se ha quedado callada. El anuncio del secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, de revocar las visas a miles de estudiantes chinos ha desatado una contundente reacción del gigante asiático, que este jueves presentó una protesta formal ante el gobierno de Estados Unidos.
Pekín, con la claridad y determinación que caracteriza a su política exterior, condenó de manera tajante lo que considera una medida “discriminatoria, hostil y contraproducente”. Y no es para menos: los estudiantes chinos constituyen una de las mayores fuentes de ingreso para las universidades estadounidenses, aportando no solo recursos, sino también talento y diversidad intelectual.
La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, Mao Ning, fue clara y directa en su mensaje al mundo. En rueda de prensa, instó a Washington a dejar de alimentar tensiones y adoptar una postura más racional, más constructiva y menos beligerante. “La cooperación beneficia a ambos pueblos, la confrontación solo generará pérdidas”, subrayó la vocera, apelando a una diplomacia de respeto mutuo que hoy parece ignorada por la administración norteamericana.
La propuesta de revocar visas no es un simple trámite burocrático: representa un golpe directo al tejido de intercambio académico entre las dos mayores potencias del planeta. Es una señal peligrosa de que Estados Unidos sigue avanzando en su estrategia de cerco y hostilidad contra China, incluso en ámbitos que deberían estar ajenos a la guerra geopolítica, como la educación.
China, por su parte, ha dejado claro que no permitirá atropellos ni actos de intimidación. El mensaje a Washington ha sido enviado con firmeza, sin titubeos: respeten a nuestros ciudadanos, respeten el principio de reciprocidad y abandonen sus tácticas de presión unilateral.
Mientras tanto, miles de jóvenes chinos ven amenazado su futuro académico y personal por decisiones que nada tienen que ver con ellos, pero que revelan hasta qué punto el Gobierno de Estados Unidos está dispuesto a sacrificar valores universales como el conocimiento y la ciencia por ganar puntos en su agenda política interna.
En tiempos donde el mundo necesita puentes, el imperio apuesta por muros. Pero China, con paciencia estratégica, no solo responde: también advierte.