El mundo del periodismo deportivo mexicano ha sido sacudido por una tormenta emocional, mediática y personal que no se veía venir con tal intensidad. José Ramón Fernández y David Faitelson, quienes durante décadas compartieron pantalla, batallas ideológicas y hasta una relación casi paternal, han terminado protagonizando uno de los enfrentamientos más virulentos en la historia reciente de la televisión deportiva. El aire ya no se corta con cuchillo: se corta con machete.
Todo comenzó con un dardo lanzado por José Ramón durante una emisión de ESPN, en el que calificó a Faitelson como “sicario del periodismo”. Un término cargado de veneno que desató la furia del aludido. Faitelson no tardó en reaccionar con una serie de publicaciones en la red social X (antes Twitter), donde no solo respondió al insulto, sino que abrió el baúl de los recuerdos oscuros, ventilando años de lo que él llama un “maltrato físico, psicológico y emocional”.
“¡Se acabó! Fueron más de 30 años de un maltrato emocional, psicológico y hasta físico. Se metió con mi cuerpo, con mi fe, me humilló y aplastó mi autoestima bajo el disfraz del ‘maestro’, del ‘jefe’, del aparente ‘líder’, del ‘mejor periodista’ que ha existido. Ya basta!! Ni una vez más… No lo permitiré… Me atacan, ataco. Punto.” — escribió Faitelson, encendiendo un polvorín sin retorno.
Y no se detuvo ahí. En otra publicación, Faitelson fue más allá, insinuando que Fernández había atravesado por problemas de adicción a la cocaína, razón por la cual, según su versión, fue apartado de TV Azteca en su momento. «Lo mandaron a Europa a desintoxicarse con su esposa», soltó sin tapujos.
Las redes sociales ardieron. Mientras miles aplaudían el valor de Faitelson por romper un supuesto pacto de silencio, otros se preguntaban si no era este un ajuste de cuentas impulsado por viejos resentimientos mal digeridos. La polémica escaló aún más cuando comenzaron a circular videos antiguos en los que se ve a José Ramón humillando a David en transmisiones en vivo, burlándose de su peso, su origen y su personalidad.
La bomba emocional llegó a su punto máximo este pasado sábado, cuando Juan Pablo Fernández, hijo de José Ramón, publicó un comunicado breve pero tajante, en el que afirmó que su padre no responderá a los ataques de David Faitelson. El mensaje, cargado de frialdad, rezaba:
“José Ramón Fernández no responderá a las declaraciones de David Faitelson. La historia y el tiempo colocan a cada quien en su lugar.”
La opinión pública está dividida. Para algunos, Faitelson finalmente ha roto el ciclo de sumisión y ha reivindicado su dignidad; para otros, ha traicionado a quien le abrió las puertas y lo formó como periodista. En medio, la audiencia, expectante, consumiendo el drama como si se tratara de una final de mundial.
Lo cierto es que este conflicto ha desnudado no solo las tensiones personales entre dos gigantes del análisis deportivo, sino también el lado oscuro de las relaciones laborales prolongadas, donde la jerarquía, el ego y la fama pueden transformar la admiración en resentimiento, y la lealtad en reproche.
¿Es este el final de una era? ¿O apenas el primer round de una guerra sin cuartel?
Lo único seguro es que, por ahora, José Ramón calla. Faitelson ruge. Y la televisión mexicana no volverá a ser la misma.