El próximo 5 de mayo, el mundo será testigo de un acontecimiento histórico: el inicio del cónclave en el Vaticano para elegir al nuevo líder de la Iglesia Católica, tras el fallecimiento del Papa Francisco ocurrido el 21 de abril. Durante semanas, la Santa Sede ha estado sumida en ceremonias de luto y reuniones internas, mientras el peso de la decisión que se avecina cae sobre los hombros del Colegio de Cardenales.
Este cónclave, que se celebrará en la imponente Capilla Sixtina, marca uno de los momentos más solemnes y decisivos de la Iglesia. Los cardenales electores, 135 en total, todos menores de 80 años, procedentes de 73 países, se encerrarán bajo voto de silencio y estrictas normas de confidencialidad, para discernir quién será el próximo pontífice que lleve las riendas del catolicismo mundial.
El fallecimiento del Papa Francisco no solo dejó un vacío en el trono de San Pedro, sino también un legado marcado por la apertura, la sencillez y las reformas internas. Más del 80% de los cardenales que participarán en esta elección fueron nombrados por él, lo que podría inclinar la balanza hacia un perfil similar: un papa cercano a los pueblos, comprometido con los desafíos sociales y dispuesto a continuar la transformación de la Curia.
Durante estos días, en el marco de los denominados «novendiales», los cardenales se han congregado en misas y encuentros privados para reflexionar sobre el presente y el futuro de la Iglesia. Las tensiones internas entre sectores conservadores y progresistas son evidentes, pero el espíritu del cónclave apunta a alcanzar el consenso que solo una mayoría de dos tercios puede lograr.
En las quinielas resuenan nombres de peso. Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, emerge como una figura de unidad. El filipino Luis Antonio Tagle podría hacer historia como el primer papa asiático, mientras que Matteo Zuppi, de Italia, es reconocido por su trabajo pastoral en favor de los más necesitados. También destacan figuras como el canadiense Michael Czerny y el luxemburgués Jean-Claude Hollerich, identificados con la visión reformista que promovió Francisco.
El proceso, rigurosamente hermético, contempla hasta cuatro votaciones diarias. Una vez que se logre el consenso, el mundo aguardará con ansias la aparición del cardenal protodiácono en el balcón central de la Basílica de San Pedro, pronunciando las palabras que conmueven a creyentes y no creyentes: Habemus Papam.
Este cónclave no es solo la elección de un papa, es la elección del rumbo que tomará la Iglesia Católica en una época marcada por la crisis de fe, la necesidad de inclusión, la búsqueda de la paz y los desafíos globales. El sucesor de Francisco tendrá ante sí la misión de guiar a más de mil millones de católicos, renovar la esperanza y afrontar un mundo en constante cambio.
La cuenta regresiva ha comenzado. El 5 de mayo, la Capilla Sixtina volverá a ser el escenario donde la historia se escribe bajo el fresco de «El Juicio Final», y el humo blanco anunciará al nuevo pastor que conducirá a la Iglesia hacia su próximo capítulo.



