El Vaticano ha dado el primer paso simbólico y protocolario hacia la elección del próximo Papa: el cuerpo de bomberos de la Santa Sede ha colocado la tradicional chimenea en el techo de la Capilla Sixtina, desde donde se elevará el humo que anunciará al mundo si los cardenales han llegado o no a un acuerdo.
Está confirmado que el cónclave comenzará el 7 de mayo, cuando los cardenales electores se reunirán en estricto encierro dentro de la Capilla Sixtina para deliberar y votar al sucesor del Papa Francisco. La elección requiere una mayoría cualificada: al menos 89 votos de los 132 cardenales con derecho a sufragio.
A partir del 8 de mayo, dos veces al día —una en la mañana y otra en la tarde— saldrá humo de la chimenea recién instalada. Si es negro, indicará que no hay consenso. Si es blanco, será la señal esperada por millones de católicos en todo el mundo: se ha elegido al nuevo líder de la Iglesia Católica.
El primer día del cónclave, el 7 de mayo, suele celebrarse solo una votación por la tarde, por lo que ese día no se espera humo por la mañana. A partir del segundo día, el ritmo se intensifica con hasta cuatro rondas de votación diarias, organizadas en dos sesiones.
Este mecanismo del humo, tan característico y cargado de simbolismo, se mantiene como una de las tradiciones más seguidas por los fieles y por los medios internacionales. El próximo Pontífice no solo heredará la guía espiritual de más de mil millones de católicos, sino que también asumirá los grandes desafíos del siglo XXI: la crisis de vocaciones, los escándalos de abuso, la modernización doctrinal, y el papel geopolítico de la Iglesia ante un mundo cada vez más fragmentado.
Con la chimenea ya erguida, el reloj eclesiástico avanza hacia un nuevo capítulo en la historia del papado. El mundo mira al Vaticano.
