Desde los muros milenarios de la Capilla Sixtina, el cónclave más numeroso y diverso de la historia ha comenzado. Este 7 de mayo, 133 cardenales electores han iniciado el proceso para elegir al Papa número 267 de la Iglesia Católica, en un momento clave de transformación global y espiritual.
La jornada se abrió con la solemne Misa Pro eligendo Romano Pontifice, celebrada en la Basílica de San Pedro y presidida por el Cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio. En su homilía, el purpurado pidió al Espíritu Santo que ilumine a los electores para designar a un Pastor que no solo guíe a la Iglesia, sino que también despierte las conciencias del mundo moderno, profundamente sacudido por el progreso sin alma y el olvido de Dios.
La ceremonia concluyó con la oración del Regina Coeli y el inicio de la espera: fieles de todo el planeta vuelven sus ojos a la pequeña chimenea de la Sixtina, esperando la señal inequívoca del humo blanco que anuncie: habemus Papam.
Este cónclave no solo se destaca por su número récord de electores, sino también por la amplitud geográfica que representan: cardenales llegados de los cinco continentes, incluyendo 33 pertenecientes a órdenes religiosas, congregaciones y movimientos eclesiales. Es un reflejo de una Iglesia verdaderamente universal, que busca una guía en medio de un mundo polarizado, fragmentado y herido.
Antes del encierro ritual marcado por las palabras Extra omnes se elevaron oraciones multilingües por la unidad, la justicia, los pueblos del mundo y, en especial, por el alma del Papa Francisco, cuyo reciente fallecimiento ha dejado una huella profunda en la historia contemporánea de la Iglesia.
El ambiente en Roma es de recogimiento y expectativa. Peregrinos, medios de comunicación y ciudadanos se agolpan en los alrededores del Vaticano. La logia de la Basílica de San Pedro, desde donde emergerá el nuevo Papa, permanece vacía, pero cargada de simbolismo y esperanza.
Las lecturas de la liturgia, tomadas del profeta Isaías, la carta a los Efesios y el Evangelio de San Juan, centraron el momento en la vocación del amor, del servicio y del liderazgo humilde. El mundo observa y espera, mientras la Iglesia se interna en uno de sus momentos más sagrados, guiada por la oración, el discernimiento y la esperanza.
La fumata blanca puede aparecer en cualquier momento. Y cuando lo haga, la historia de la Iglesia comenzará un nuevo capítulo.