California fue el escenario donde una voz incómoda para el poder volvió a resonar. Kamala Harris, la exvicepresidenta de Estados Unidos, reapareció ante la opinión pública tras meses de silencio y lo hizo con una denuncia feroz: «Estados Unidos está al borde de una crisis constitucional».
En una gala en su tierra natal, Harris no titubeó al poner en la mira al actual presidente Donald Trump. Dijo con claridad lo que muchos dentro y fuera del país piensan pero no se atreven a decir: que los cimientos democráticos estadounidenses están tambaleando y que los llamados «pesos y contrapesos» —el equilibrio entre los poderes del Estado— han comenzado a ceder ante una administración que los desafía sin pudor.
“Cuando colapsan por completo —si el Congreso no cumple su función, o si la Corte falla en hacer la suya, o incluso si ambos hacen su parte pero el Presidente los desafía de todos modos— eso se llama crisis constitucional”, sentenció con firmeza.
Sus palabras retumbaron un día después de que Trump cumpliera sus primeros 100 días de mandato, período marcado por decisiones autoritarias, ataques a la prensa, favoritismo económico hacia las élites y una retórica incendiaria que ha dejado más grietas que certezas en la política interna.
Pero más allá de la crítica, Harris también expresó admiración por quienes resisten desde las trincheras institucionales. Mencionó a jueces que han sido llamados «radicales» por el gobierno, a universidades que aún preservan pensamiento crítico, y a legisladores como Bernie Sanders y Cory Booker, a quienes calificó de valientes.
A pesar de no haber definido su futuro político, Harris dejó entrever que no se retirará de la vida pública. Se especula que podría aspirar a la gobernación de California, pero su discurso parece indicar algo más: un nuevo liderazgo demócrata podría estarse gestando, con ella al frente.
En medio del desconcierto del Partido Demócrata —aún sacudido por la derrota de noviembre y por el desgaste que dejó la impopular presidencia de Joe Biden—, Harris emerge como una figura que busca reconstruir el espíritu de oposición al trumpismo, apelando a valores que, según ella, han sido abandonados: la igualdad, los derechos inalienables, la salud pública y la justicia educativa.
“Este país es de nosotros, no de quienes ocupan temporalmente la Casa Blanca”, afirmó, en una frase que parecía más una consigna de campaña que una reflexión nostálgica.
A falta de un mensaje cohesivo y de un liderazgo visible, la exvicepresidenta parece querer encender la chispa de una nueva resistencia. Con las elecciones legislativas en el horizonte de 2026, los próximos meses definirán si Kamala Harris se convierte en una pieza clave en el tablero político estadounidense… o en la conciencia que despertó cuando ya era demasiado tarde.