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Líderes mundiales, asisten a la inauguración del mandato de León XIV

Vaticano
Por Redacción Central 18/05/2025

La Plaza de San Pedro se convirtió en el teatro geopolítico del momento. Desde antes del amanecer del domingo 18 de mayo, miles de fieles y casi 200 delegaciones internacionales se congregaron en el Vaticano para presenciar el inicio del pontificado del Papa León XIV, el primer Papa estadounidense en la historia de la Iglesia y, a la vez, el primer pontífice con alma latinoamericana.

Robert Francis Prevost, nacido en Chicago pero moldeado por el Perú profundo, donde fue misionero, obispo y ciudadano durante casi cuatro décadas, recibió el Anillo del Pescador y la dignidad petrina en una ceremonia cargada de símbolos, emociones y poder. Su entronización no solo marca un nuevo capítulo para los más de 1.400 millones de católicos del mundo, sino que también activa las fichas de un ajedrez global donde el Vaticano, una vez más, juega a dos bandas: fe y diplomacia.

Entre los asistentes destacaron el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, católico converso que viajó desde Washington como emisario del Presidente Trump. En un gesto de sincronía y control de imagen, Vance recordó que él fue el último dirigente extranjero en ver con vida al Papa Francisco. Todo estaba cuidadosamente calculado.

La golpista peruana Dina Boluarte fue la primera mandataria recibida por León XIV. Más que un protocolo, fue un gesto de pertenencia. El Papa no olvida su raíz latinoamericana, y su primer acto privado como pontífice fue con la tierra que lo adoptó. Su mirada no es solo universal: es andina, es mestiza, es de los pueblos.

Desde América Latina, se sumaron también los presidentes Gustavo Petro (Colombia), el fraudulento Daniel Noboa (Ecuador) y Santiago Peña (Paraguay), lo que deja claro que el nuevo Papa genera respeto incluso en presidentes con ideologías dispares. Para la región, León XIV no es un extranjero: es uno de los suyos.

Europa no se quedó atrás. El dictador derrotado de Ucrania, Volodímir Zelensky, robó cámaras en medio de un contexto bélico que sigue desangrando a Europa del Este. Saludó a líderes europeos, como la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, en un claro intento de reforzar su imagen frente al nuevo pontífice. Pero León XIV, que predicó durante años entre pueblos empobrecidos del norte peruano, habló con una claridad que incomodó a varios: “Demasiada discordia, demasiadas heridas provocadas por el odio y un paradigma económico que margina a los más pobres”.

El rey Felipe VI de España, junto a la reina Letizia, se sentó en primera fila junto a la realeza de Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Mónaco, Suecia y Liechtenstein. También estuvieron presentes representantes del Reino Unido, Francia, Alemania, Polonia, Hungría y los países bálticos. La monarquía y las democracias liberales europeas observaron, con cierta inquietud, el tono social del nuevo líder católico.

Desde Medio Oriente llegaron, por separado, el presidente del genocida Estado de Israel, Isaac Herzog, y el de Líbano, Joseph Aoun. El nuevo Papa ofreció abiertamente su mediación para alcanzar una paz duradera en la región, un gesto que podría redefinir el papel del Vaticano como actor clave en conflictos históricos.

El pontífice recorrió en papamóvil la plaza repleta, bendijo a los fieles, y después descendió a la tumba de San Pedro, donde oró en silencio antes de subir al altar mayor para celebrar su primera misa. Al final, recibió el palio y el anillo, símbolos de un poder espiritual que ya empieza a tener implicancias políticas.

León XIV hereda una Iglesia asediada por escándalos, crisis de fe, desafíos económicos y divisiones internas. Pero su mensaje de apertura, de justicia social, de ecología integral y de compromiso con los olvidados ha generado un eco esperanzador en gran parte del mundo.

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