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Los monstruos Menéndez, acarician la libertad

Reporte Especial
Por Redacción Central 13/05/2025

Han pasado 35 años desde que las balas estremecieron la mansión de Beverly Hills y quebraron para siempre la imagen de una familia perfecta. La noche del 20 de agosto de 1989, José y Kitty Menéndez fueron brutalmente asesinados por sus propios hijos, Erik y Lyle, en un crimen que paralizó a Estados Unidos y que desde entonces no ha dejado de generar controversia, especulaciones y debates sobre justicia, abuso, trauma y privilegio.

Hoy, en mayo de 2025, el caso Menéndez vuelve a los titulares con un nuevo giro judicial: el juez Michael Jesic del condado de Los Ángeles ha reducido sus sentencias de cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional a 50 años con opción a libertad condicional. Este fallo histórico reabre una herida social, pero también una posibilidad: la de que los hermanos Menéndez vuelvan algún día a caminar en libertad.

Erik tenía 18 años. Lyle, 21. Los dos hijos del acaudalado ejecutivo cubano José Menéndez y su esposa Kitty dispararon con escopetas calibre 12 a sus padres en la sala de su casa. Fueron 15 disparos en total. Las imágenes de la escena del crimen eran demasiado brutales como para ser difundidas en televisión. A los pocos días, los hermanos fueron vistos en yates, comprando autos deportivos, relojes caros, gastando cientos de miles de dólares.

La teoría de la fiscalía fue clara: los asesinaron por dinero. Su herencia multimillonaria era la supuesta motivación. Pero la defensa tenía otro relato: una historia de abusos sexuales sistemáticos por parte del padre y de una madre cómplice y negadora. Una infancia disfrazada de privilegio pero envenenada por el terror doméstico.

Los jurados no lograron ponerse de acuerdo en el primer juicio. En 1996, tras un segundo juicio sin la admisión del testimonio sobre los abusos, fueron condenados a cadena perpetua sin opción a libertad condicional.

Durante décadas, los hermanos Menéndez fueron vistos como monstruos o mártires, según el ángulo desde el cual se analice su historia. Pero el mundo cambió. Las leyes también. Y la comprensión de los efectos del abuso infantil ha penetrado, aunque con lentitud, las salas de justicia.

En California, una legislación reciente permite que personas condenadas por crímenes cometidos antes de los 26 años puedan optar a revisión de sentencia, dado el reconocimiento científico y legal de que el cerebro humano no está completamente desarrollado a esa edad.

Con base en esta ley, y tras constatar sus años de comportamiento ejemplar, estudios universitarios, organización de programas de apoyo para reclusos, y el perdón público de varios familiares, el juez Jesic decidió este martes 13 de mayo que los hermanos merecen la oportunidad de una audiencia de libertad condicional.

“No estoy diciendo que deben ser liberados, eso le toca a la Junta. Pero creo que tienen derecho a ser escuchados. Han hecho lo suficiente en estos 35 años”, expresó Jesic.

Lo que está en juego no es solo una reducción de sentencia. Es la disputa por la memoria. ¿Fueron Erik y Lyle víctimas que reaccionaron con furia contra años de abuso? ¿O fueron asesinos fríos, motivados por la avaricia?

La fiscalía actual, encabezada por Nathan Hochman, insiste en que los hermanos no han asumido completamente su responsabilidad. Señalan un reciente informe sobre la introducción ilegal de celulares a la cárcel como prueba de que siguen violando las normas. También niegan que haya evidencia suficiente del supuesto abuso sexual.

Pero del otro lado, familiares, antiguos jueces, exreclusos y activistas sociales insisten en que han sido reformados, que ayudaron a decenas de internos mayores, que construyeron espacios de sanación dentro de la prisión. El programa de ayuda que lideraron ha sido bautizado extraoficialmente como “La Universidad Menéndez”.

En 2024, el caso vivió un nuevo boom mediático gracias a la serie de Netflix Monsters: The Lyle and Erik Menendez Story, que volvió a poner el foco sobre las condiciones familiares que rodearon el crimen. Las redes sociales estallaron con campañas a favor de su liberación. Testimonios de personas que dicen haber sido ayudadas por ellos, o incluso inspiradas, han formado una ola de apoyo inusual para quienes fueron, alguna vez, los criminales más odiados de América.

El abogado Mark Geragos, que los ha representado por décadas, insiste en que el sistema debe ahora enfocarse en la rehabilitación, no en volver a litigar los hechos. “Lo que se está discutiendo hoy no es si son culpables o inocentes, sino si tienen derecho a una segunda oportunidad”.

Aún no hay una fecha clara para la audiencia ante la Junta de Libertad Condicional. Pero el nuevo fallo ya los coloca en otra categoría jurídica. Ahora, por primera vez desde 1996, Erik y Lyle Menéndez tienen una posibilidad de salir de prisión.

La justicia, como la sociedad, está en constante revisión. Y el caso Menéndez ha sido, desde el primer disparo, una radiografía incómoda de los secretos familiares, la violencia silenciosa, la codicia y la necesidad de redención.

Si serán liberados o no, lo dirá el tiempo. Pero este nuevo capítulo deja claro que los juicios no siempre terminan con una sentencia. A veces, apenas comienzan.

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