En un inesperado giro que dejó perpleja a la clase política boliviana y a observadores internacionales, el Presidente Luis Arce anunció este 13 de mayo su decisión irrevocable de no postularse a la reelección en los comicios presidenciales del próximo 17 de agosto. Lo hizo con tono solemne, desde la sede del Gobierno en La Paz, apelando a la unidad nacional y a la necesidad de evitar la fragmentación del voto progresista.
«Declino con firmeza mi candidatura», expresó Arce, ante un país dividido, pero atento. El mandatario, economista de profesión y exministro de Evo Morales, dejó claro que su decisión no es una retirada cobarde, sino un gesto de madurez política ante el avance de una derecha que, según él, “sólo espera que nos dividamos para regresar por la ventana al poder”.
Más allá del impacto de su renuncia, Arce lanzó un dardo directo a Evo Morales, su antecesor y contradictor interno dentro del Movimiento al Socialismo (MAS): “Llamo al hermano Evo a hacer lo mismo, porque constitucionalmente no puede ser candidato y porque insistir sólo nos debilita”.
Este llamado es más que simbólico. Representa el clímax de una pugna soterrada que venía cocinándose entre Arce y Morales desde hace meses, alimentada por diferencias sobre el rumbo del partido, acusaciones cruzadas de traición y visiones distintas sobre la forma de enfrentar a la oposición.
Luis Arce, que llegó a la Presidencia en 2020 con un respaldo contundente tras la crisis institucional que derrocó a Morales en 2019, gobernó en medio de desafíos económicos, tensiones internas y una constante presión por marcar su propia impronta, más técnica que caudillista. Su decisión de apartarse de la carrera electoral, aunque sorprendente, parece ser la culminación lógica de una batalla de desgaste que el MAS ya no podía sostener sin autodestruirse.
Pero la jugada de Arce no solo es renuncia, también es advertencia. Pidió al presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, y a otras figuras del ala joven del MAS, a construir un bloque sólido de unidad que encare las elecciones sin nostalgias ni personalismos. En otras palabras: que el MAS sobreviva a Evo y a Arce, pero renovado.
En los próximos días, Bolivia entrará en una etapa de definiciones cruciales. ¿Responderá Evo Morales al llamado de declinar? ¿Surgirá una candidatura de consenso? ¿Cómo reaccionará la oposición ante un oficialismo debilitado pero dispuesto a reagruparse?
Por ahora, lo único cierto es que Luis Arce, el Presidente que fue ungido como el heredero de Evo, ha decidido hacerse a un lado. Y con ello, ha dejado abierta una puerta para que Bolivia redibuje su futuro político, lejos de viejas rivalidades y con un nuevo horizonte por construir.