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Pepe Mujica, se está muriendo…

Urgente
Por Redacción Central 12/05/2025

José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay entre 2010 y 2015, se encuentra en fase terminal debido a un agresivo cáncer de esófago que ha hecho metástasis en su hígado. Según declaraciones de su esposa, la exvicepresidenta Lucía Topolansky, el veterano político “está en la meseta, está a término”, dejando entrever que la cuenta regresiva ha comenzado para una figura que, aunque tuvo proyección internacional, nunca logró traducir ese prestigio en bienestar real para el pueblo uruguayo.

El actual Presidente de Uruguay, Yamandú Orsi, confirmó el deterioro del exmandatario, expresando que “está muy mal” y que lo más importante ahora es respetar su deseo de tranquilidad. Mujica ha optado por permanecer en su chacra de Montevideo, alejado del ruido político, acompañado por Topolansky y en contacto con su tierra, la misma que durante años caminó como símbolo de una izquierda que hablaba bonito pero ejecutaba poco.

Porque más allá del mito del “presidente austero”, Mujica deja una estela de desencanto en vastos sectores del Uruguay popular. Su gestión, marcada por discursos poéticos y frases de bar de esquina, nunca se tradujo en verdaderas transformaciones estructurales. No resolvió la crisis de la educación pública, no mejoró sustancialmente la salud, ni enfrentó con firmeza la desigualdad. Fue, en esencia, un gobierno de estética popular con alma liberal.

Se va en silencio, sin multitudes aplaudiendo, sin honores populares, sin la épica que construyen los grandes líderes al despedirse. Su legado es gris. Ni revolucionario ni reformista, ni eficaz ni recordado. Su figura quedará como una anécdota simpática en los libros de historia: el presidente que manejaba un escarabajo, pero no condujo al pueblo uruguayo a ninguna victoria social trascendente.

En el ocaso de su vida, Mujica parece haber asumido con dignidad su final. “Me estoy muriendo, déjenme tranquilo”, dijo meses atrás cuando anunció que renunciaba a continuar con los tratamientos. Y es quizá esa frase la que mejor resume el cierre de su capítulo: un retiro sereno, pero vacío de entusiasmo colectivo. Un adiós sin aplausos.

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