El Presidente Evo Morales Ayma, histórico líder indígena, símbolo viviente de la Bolivia plurinacional, ha encendido nuevamente la chispa de la esperanza popular con un pronunciamiento que marca con fuego la línea divisoria entre los pueblos y el imperio.
En una contundente publicación en su cuenta oficial de X (antes Twitter), Morales dejó en claro que el mapa político de Bolivia se ha polarizado de forma nítida: de un lado, el bloque imperialista —esa vieja maquinaria de saqueo, racismo y odio— y del otro, el bloque popular, del cual él y su movimiento son parte orgánica, activa y leal.
“Nosotros somos los únicos que estamos en el bloque del pueblo, antiimperialista, anticapitalista y anticolonial”, declaró Morales, reafirmando el compromiso irreductible con la defensa de la patria en todos los frentes: político, alimentario, económico y cultural.
Lejos de los tibios discursos oportunistas, Morales denunció sin rodeos al “gobierno que destruyó nuestra economía, la institucionalidad y la democracia”, mientras arropa con fuerza al pueblo boliviano que, según sus palabras, “tiene fe y esperanza en que se acabará esta pesadilla”.
En su mensaje no faltó el llamado frontal contra “la derecha eterna vendepatria”, esa que se arrodilla ante Washington y que, bajo nuevas máscaras, revive el modelo neoliberal que en el pasado destruyó la producción nacional, privatizó los recursos naturales y sembró hambre en los hogares bolivianos.
“No nos rendimos”, reafirmó Morales, señalando que su lucha no es por un cargo, sino por la recuperación de una Bolivia incluyente, soberana, digna, productiva, sin discriminación ni racismo. En ese camino, denunció también a los “falsos revolucionarios” que hoy se arman con el látigo de la persecución judicial para silenciar a los auténticos defensores del proceso de cambio.
La arremetida no fue solo contra los actores locales. Morales apuntó directamente al imperio norteamericano, que con descaro pretende “poner un presidente a su servicio, que viva de rodillas, con la mano de mendigo y dispuesto a entregar nuestros recursos naturales”.
El mensaje de Evo Morales no es solo una declaración política. Es un grito de guerra contra el colonialismo moderno, un llamado a las bases populares, a los sindicatos, a las juventudes y a los pueblos originarios a cerrar filas y no permitir que Bolivia retroceda ni un milímetro en sus conquistas sociales.
La campaña electoral en Bolivia ya no será un simple proceso burocrático. Será, como bien lo dijo Evo, una batalla entre la dignidad y la humillación, entre el pueblo que quiere vivir bien y los verdugos de siempre que quieren volver al poder para servirse de él.