Lo que parecía una rivalidad contenida, terminó por estallar con la fuerza de una tormenta eléctrica sobre la cúpula del poder estadounidense. Elon Musk, el empresario más influyente del mundo tecnológico y ahora también figura política de alto calibre, ha roto públicamente con el Presidente Donald Trump, a quien llama «malagradecido», «irresponsable» y, en su último mensaje, lo acusa directamente de encubrir los archivos de Jeffrey Epstein.
«Trump está en los archivos de Epstein. Esa es la razón real por la que no los ha desclasificado. ¡Que tengas un buen día, DJT!», escribió Musk desde su cuenta en X, encendiendo las alarmas en la Casa Blanca y en toda la estructura del Partido Republicano. Con esa frase, Elon no solo lanzó una bomba política: encendió una guerra que amenaza con destruir vínculos, contratos y alianzas dentro del poder más cerrado de Estados Unidos.
La reacción de Trump no tardó. Desde su habitual tono beligerante, el Presidente calificó a Musk de «lunático», y amenazó con revocar todos los contratos gubernamentales que sus empresas (Tesla, SpaceX y Starlink) mantienen con el Estado. El mensaje es claro: el que se le opone, se le elimina. Pero Elon no es cualquiera.
“Yo le regalé la Presidencia en 2024. Sin mí, Trump no habría ganado. Y así paga”, dijo Musk, reclamando el capital político que asegura haber invertido en la campaña republicana. El empresario insiste en que su apoyo fue decisivo al movilizar la estructura digital y tecnológica que conectó a millones de votantes. Pero lo que empezó como una sociedad de conveniencia, se ha convertido en un campo de batalla ideológica y personal.
La ruptura se agrava por diferencias en política económica. Musk calificó el nuevo plan fiscal de Trump como «una abominación repugnante», asegurando que generará un déficit de más de 2,5 billones de dólares. A su vez, el magnate ha ordenado a SpaceX suspender el uso de la nave Dragon para misiones vinculadas a la NASA, como castigo preventivo ante las amenazas de cancelación de contratos.
Los mercados ya sienten el temblor. Tesla se desplomó un 14%, mientras que las acciones del grupo mediático de Trump cayeron un 8%. La tensión ha trascendido lo político y está devorando millones de dólares en horas. La guerra es real. El capital lo percibe, y Wall Street tiembla.
El Congreso no guarda silencio. Mientras el senador demócrata Chuck Schumer compartía la polémica con un emoji de palomitas —celebrando el espectáculo—, el líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, fue más incisivo: “El Partido Republicano ha entrado en guerra civil. Trump y Musk son solo las primeras bajas”.
A esto se suma el misterio y la oscuridad que rodean los archivos de Epstein. Musk sugiere que Trump aparece en ellos y que por eso nunca se han desclasificado del todo. La acusación, demoledora, obliga a mirar hacia un pasado que muchos en Washington prefieren sepultar.
Elon, que fue llamado por Trump para liderar la ficticia “agencia de eficiencia gubernamental” y que en 2024 llegó a sonar como posible vicepresidente, hoy pide exactamente eso: que Trump se retire y que el vicepresidente asuma. En su visión, el ciclo Trump debe cerrarse. “No por venganza”, dice, “sino por supervivencia”.
Así, el cisma entre estos dos gigantes no es solo personal: es estructural. Es el reflejo de un sistema en descomposición, donde las élites ya no se tapan entre sí, sino que se acusan, se delatan y se destrozan.